
¿Es casualidad, acaso, que los JJOO se celebren en China, en el momento de su apogeo como potencia mundial? ¿Puede atribuírsele sólo a la localía que China le haya arrebatado a Estados Unidos el liderazgo del medallero cuando también le está quitando el lugar de primera potencia mundial? ¿Será coincidencia que Michael Phelps haya batido seis récords mundiales en esta puja por el dominio mundial?
Hay varios interrogantes que nos podemos hacer, y si aprendemos a leer entre líneas podremos entender un poco más este mundo tan manipulado.
Analicemos, por ejemplo, el medallero de las Olimpíadas 2008. China, Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Alemania, Australia, Corea del Sur. Los siete líderes tienen no menos de 13 medallas doradas. Ya después del octavo puesto, el número de medallas de oro es lamentable. Algo que llama la atención son las disciplinas en las que estos países se han destacado: gimnasia por sobre todo, saltos, natación, tiro, atletismo, lucha. Una tendencia exclusivamente de deportes individuales, y que tienen la característica de ser de “medalla fácil” – sin subestimar el logro de los deportistas, sino atacando el método de premiación, ya que, por ejemplo, Phelps ganó ocho medallas en diez días, mientras que a nuestros jugadores de fútbol les costó un mes ganar una medalla del mismo color -. Esta forma de premiar beneficia exclusivamente a países de alta densidad demográfica – como los siete anteriores -, lo cual es también beneficioso para los auspiciantes de los Juegos, porque hay más ojos sobre ellos! ¿O acaso a Coca-Cola no le conviene que gane Estados Unidos?
Hay muchas más cosas que criticar a las Olimpíadas, pero ese no es mi principal objetivo. Simplemente tenía ganas de resaltar la encrucijada en la que nos encontramos: podemos mirar sin detenimiento lo que pasa a nuestro alrededor, caer en la ingenuidad y rozar la estupidez de pensar que el mundo avanza espontánea y libremente, o podemos abrir grandes los ojos, leer entre líneas, y por lo menos ser concientes, quizás sin ninguna posibilidad de cambiarlo, de lo que verdaderamente nos rodea: un mundo perfecta y terriblemente armado. La primera posibilidad garantiza un poco más de felicidad; la segunda garantiza libertad de pensamiento.
En lo que a mí respecta, me gusta pensar y tomar Coca-Cola.
Cordiales saludos,
C.